Me la voy a jugar afirmando que la idea que te traigo hoy es un REGALO PERFECTO.
Sí, tal y cómo lees. Te traigo una propuesta que es imposible que no le guste a tu destinatario. Y es que, como diría la Vecina Rubia, regalar croquetas es igual a regalar felicidad. No sé qué tendrán pero gustan a todo el mundo.
Hasta hace bien poquito no sabía que esta era una opción de regalo pero os aseguro que desde que lo he descubierto, lo he utilizado en más de una ocasión para regalar y he quedado de 10. Yo creía que las croquetas eran uno de esos productos estrella “Typical Spanish” de los que tan orgullosos nos sentimos pero… resulta que no.
¿Sabías que su origen es francés? Su nombre, “croqueta”, viene del verbo francés crujir en femenino que sería “croquette” (crujientita).
Yo soy un desastre cocinando así que me aseguro que al menos, al freírlas me queden estupendas…
Aquí mis recomendaciones:
- La temperatura del aceite tiene que ser constante durante toda la fritura. Se recomienda que esté en torno a los 175° grados. Si no tienes termómetro, puedes utilizar como referencia las propias croquetas. Obsérvalas y cuando comiencen a salir burbujitas, la temperatura estará sobre los 160º. Cuando veas que las burbujitas son más grandes y van saliendo más deprisa, es cuando el aceite está en su punto.
- No pongas muchas piezas a la vez ya que si no, baja la temperatura del aceite y la croqueta absorbe más de la cuenta.
- Es importante que las croquetas se sumerjan completamente en el aceite ya caliente para que se frían de forma uniforme.
- Prepara un colador grande y ponlo encima de un cazo. Una vez fritas, pon las croquetas en el colador y después en papel de cocina. Haciendo esto no se ablandarán.